Onna, un encantador y sereno rincón de Italia situado a 600 metros de altitud, en plena región de Abruzzo.
Este pintoresco poblado, perteneciente a la comuna de L'Aquila, acoge a unos 400 habitantes y destaca por su rica conexión con la naturaleza. Rodeado por dos espectaculares áreas protegidas —el Parque Nacional del Gran Sasso y Montes de la Laga, y el Parque Regional Sirente Velino—, Onna es un destino ideal para quienes buscan tranquilidad, paisajes montañosos y aire puro.
Su nombre, según la tradición, está vinculado a la abundancia de aguas cristalinas que recorren la zona, gracias al río Aterno-Pescara. Además, la historia añade un matiz fascinante: se dice que fue en 1204, durante el paso del papa Inocencio III, cuando esta aldea adquirió su nombre actual.
Onna te invita a caminar por sus calles tranquilas, explorar la belleza de su entorno natural y sumergirte en la historia de un lugar que conserva el alma de la Italia rural.
Onna da la bienvenida a sus visitantes con cielos despejados y un sol brillante durante el verano, mientras que en invierno se cubre con un manto blanco de nieve, ofreciendo un paisaje digno de postal. Las praderas verdes se extienden bajo la mirada majestuosa de los Apeninos, donde el imponente Gran Sasso d’Italia se eleva hasta los 2.912 metros, regalando un entorno natural de gran belleza y un aire puro que evoca el campo en su estado más auténtico.
Este pintoresco lugar es tan íntimo que las casas se reconocen solo por su número, sin nombres de calles visibles ni veredas, y en algunos sectores los caminos son tan estrechos que parecen tallados por el tiempo. Para abastecerse de productos o hacer compras mayores, los habitantes se trasladan a la ciudad de L’Aquila. En Onna, se conservan algunos pequeños negocios donde se pueden encontrar pan fresco, verduras y artículos básicos.
Una de las postales cotidianas de Onna es el contraste entre lo antiguo y lo moderno: es común ver convivir autos actuales con carretas tiradas por animales, motocicletas, tractores y edificaciones que llevan siglos en pie.
La comunidad local se caracteriza por su sencillez y hospitalidad. La mayoría de sus habitantes han vivido allí toda su vida, formando un tejido social unido donde todos se conocen y comparten lo diario: desde la iglesia y la plaza, hasta los momentos de descanso. Son personas trabajadoras, con raíces en la tierra, orgullosas de su estilo de vida tranquilo y tradicional. Los jóvenes suelen estudiar en L’Aquila o en Roma, y muchos de ellos terminan asentándose en esas ciudades para construir su futuro, aunque nunca se desligan del cariño por su pueblo natal.
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